Thomas, el protagonista, es un adolescente que en estado de inconsciencia y amnesia absoluta, llega a un extraño lugar, llamado el «Claro», rodeado de muros y cuya única salida es un peligroso laberinto que llevan dos años intentando desentrañar para salir de allí. En el Claro hay alrededor de otros cincuenta adolescentes, chicos. Todos sufren amnesia, no recuerdan nada del pasado, ni sus propios padres. Este laberinto es peligroso, porque cuenta con unos seres terroríficos y venenosos llamados «laceradores». Sin embargo cuentan con la suerte de que estos bichos no pueden acceder a su territorio, puesto que los muros se cierran por la noche, cuando están más activos.
Poco a poco, se empieza Thomas a integrar en esa cerrada sociedad y demuestra sus grandes habilidades para la carrera y el liderazgo. Pero hay otro personaje que lo odia desde el principio, pues debido a un antídoto del veneno de los laceradores, recuerda datos del pasado y en este está Thomas como parte responsable de su situación comunitaria.
El problema surge ese mismo día, ya que, a pesar de que las normas dicen que aparecerá un chico nuevo cada mes, ese día concreto aparecerá un adolescente nuevo, además será una chica, la primera, cosa inédita. Por si fuera poco, ella misma anuncia que todo cambiará. Y entre estos cambios, los creadores de dicho lugar dejarán de mandar comida y dejarán los muros definitivamente abiertos. Los seres entrarán y se llevarán a un humano cada día.
También será extraño, pero Thomas puede comunicarse telepáticamente con esta chica, cuyo nombre adivina, aunque no recuerde de qué la conoce.
Es una novela llena de acción e imaginación tal que no te permitirá dejar de leerlo. Muy recomendable, pero hay que tener en cuenta que pertenece a una tetralogía.
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